lunes, 21 de noviembre de 2011

Vanguardias Manuel Puig


Boquitas pintadas Manuel Puig
La novela cuenta la historia del donjuán Juan Carlos Etchepare, vinculado, fundamentalmente, con tres mujeres: Nené, una humilde muchacha que está verdaderamente enamorada de él; Mabel, una chica bien que es tan infiel como lo es Juan Carlos; y la viuda Di Carlo, mal vista por los rumores de que no respeta su viudez. Al mismo tiempo, se entrelazan las historias de la hermana de Juan Carlos, Celia (una soltera empedernida) y Pancho y la Rabadilla, entre otros. Cuando Juan Carlos debe internarse en Córdoba porque ha contraído tuberculosis, comienza una formidable exposición de las relaciones humanas y el valor de los lazos afectivos contra la impunidad de los vínculos establecidos por el deseo. Toda la novela está contada a través de diálogos directos, cartas, diarios íntimos, expedientes y publicaciones, habiendo un mínimo de narración convencional.
La historia causó una impronta muy negativa en General Villegas. La publicación fue recibida por algunas personas como una intromisión en la vida privada de algunos ciudadanos, dado que las situaciones y relaciones narradas pudieron ser fácilmente identificadas por los villeguenses. Precisamente, el autor las había tomado, al igual que con su libro anterior, de conversaciones oídas a escondidas. Juan Carlos, en Boquitas pintadas, era una combinación de Danilo Caravera, un muchacho atractivo que padecía tuberculosis, y su hermano Hernán, un muchacho holgazán y licencioso. Nené se correspondería nada menos que con la madre del autor, Male (nótese, entre otras coincidencias, la de que Nené, en la ficción, tiene dos hijos varones) en combinación con una vecina de apellido Fumagallo.  La diferencia estaba en que, según atestiguaron años más tarde en diversas entrevistas personas que habían vivido por entonces, Male se había casado con el hombre más deseado del pueblo, que era Baldomero, no Danilo.  Con la posterior adaptación cinematográfica (prohibida en Villegas, presuntamente por presión de Acción Católica ) la situación empeoró. Llegó a ser tanta la conmoción causada que, aunque la familia Caravera ya no residía en General Villegas, el padre de Danilo ordenó retirar su cadáver del cementerio para que la prensa no lo fotografiara.
Cuando la gente que quiere ser mejor se le proponen modelos torpes y valores ilegítimos, el ridículo, la parodia, instalan su reino. Cuando el ideal es ser fino y el molde es la cursilería, se acaba doblando el dedo meñique para tomar la taza. Pero esto no me causa gracia. No escribí Boquitas... como una parodia, sino como la historia de gentes de la pequeña burguesía que, como primera generación de argentinos, debía inventarse un estilo.
Manuel Puig, Manuel Puig: Renace el folletín
La adaptación cinematográfica, estrenada en 1974, fue impulsada y llevada a cabo por el prestigioso director Leopoldo Torre Nilsson. Alfredo Alcón ocupó el rol de Juan Carlos Etchepare, mientras que Marta González interpretó a Nené.
Las traducciones portuguesa e italiana de la novela aparecieron en las listas de los libros más vendidos. Eso, sumado a la crítica francesa, afianzó el nombre de Puig. La traición de Rita Hayworth se publicó en Estados Unidos y llegó a figurar en la lista de los más vendidos del New York Times.
Manuel Puig nació en General Villegas el 28 de diciembre de 1932. Su padre, Baldomero Puig, atendía un fraccionamiento de vinos en la parte delantera de su casa. Su madre, María Elena Delledonne (Male) estaba diplomada en Química y trabajaba en el hospital regional; fue ella quien le transmitió a Manuel su afición por el cine.
Su pueblo natal, transliterado como "Coronel Vallejos", sería escenario, posteriormente, de sus primeras novelas. Tras el nacimiento de Manuel y sin la posibilidad de dejar a nadie a su cargo, su madre comenzó a llevarlo con ella al cine. Asistió por primera vez a una función a los tres años de edad, pero la oscuridad de la sala lo aterraba y era imposible lograr que permaneciera allí sin llorar.  Su padre solucionó el problema consiguiendo que viera su primera película, a los cuatro años, desde la cabina de proyección. Se trataba de La novia de Frankenstein, dirigida por Boris Karloff, con Elsa Lanchester como protagonista.  A partir de entonces, su pasatiempo predilecto era ir al Cine Teatro Español, único en el pueblo, al que asistía regularmente, acompañado de su madre (quien le leía en caso de que el film fuera subtitulado ) o su niñera Kika.
Iba lunes, miércoles, jueves, sábados y domingos. La mayoría de las ocasiones veía un film norteamericano, ocasionalmente un film italiano o francés, y los domingos, cine nacional. Sin embargo, a Puig no le gustaba, ya desde pequeño, el cine argentino. A raíz de ello su actriz argentina preferida era Mecha Ortiz, a la cual él veía como una artista de corte europeo en sus actitud y su modo de hablar. Entre las hollywoodenses, sentía admiración por Eleanor Powell y Ginger Rogers, en el género de comedia musical, y Luise Rainer, Greta Garbo y Marlene Dietrich en el género dramático. Sin embargo, su actriz preferida (a quien llamaba la Reina) era Norma Shearer.
Su padre no se sentía conforme con los pasatiempos de su hijo. Consideraba que debía divertirse con los demás niños del barrio y hacer otro tipo de actividades recreativas, tales como andar en bicicleta. Según Manuel Puig, su madre se ajustaba a su mundo, el de la ficción cinematográfica, mientras que su padre quería que se adaptara al suyo, el de la vida cotidiana en General Villegas.
Entre 1940 y 1945 coleccionó recortes de anuncios y críticas de películas que solía revisar eventualmente. En 1942 comenzó a estudiar inglés, "la lengua del cine". El tiempo que no ocupaba en la escuela (que estaba a una cuadra de su hogar) y el cine, lo compartía con su primo Jorge. A partir de los 10 años estudió piano. Lo hacía en casa de su vecina, quien era su maestra.
En 1943 tuvieron lugar dos acontecimientos muy negativos. Su madre dio a luz a quien sería su hermano menor, pero el bebé nació sin vida y, paralelamente, un muchacho de quince años intentó violarlo. A partir de esos episodios, su madre procuró alejarlo del cine para hacerle ver la realidad.
En 1944 nació su hermano menor, Carlos, quien se convertiría en pintor.
Manuel Puig atravesó su niñez en un contexto global signado por la guerra. Las noticias llegaban a través del periódico que su madre le leía a su padre en voz alta cada noche. La situación mundial contrastaba altamente con la calma de General Villegas. Durante su adolescencia comenzó a percibir un paralelo semejante en la relación entre las personas: estaban quienes eran violentas y mandaban, y quienes eran considerados débiles y eran despreciados por los primeros. El paralelo activo/pasivo (tradicionalmente correspondido con los roles masculino/femenino) sería una cuestión problemática durante toda su vida. Ya maduro, acaba opinando que la sexualidad es demasiado banal como para definir incluso parte de la identidad de una persona.
Juventud
Debido a que en General Villegas no había colegio secundario, en 1946 sus padres lo trasladaron a la ciudad de Buenos Aires donde cursó sus estudios de bachiller en el Colegio Ward de Villa Sarmiento, partido de Morón.
A partir de entonces, comenzó leer sistemáticamente. Se dedicó, primeramente, a una colección que agrupaba a los autores ganadores del Premio Nobel. Un compañero judío llamado Horacio, en cuya casa vivió como pensionista el primer tiempo de estadía en Buenos Aires,lo introdujo en la lectura de la escuela psicoanalítica. También leía a Hesse, Huxley, Sartre, Mann. La primera novela no adaptada que leyó fue La sinfonía pastoral de André Gide.
Horacio lo introdujo, además, en el cine europeo. Incitado por él, vio Crimen en París. A partir de entonces decidió que estudiaría Dirección cinematográfica. Para ello aprendió con dedicación italiano, francés y alemán, "las nuevas lenguas del cine".
Le sugirieron que estudiara Ingeniería para especializarse en Sonido cinematográfico. Sin embargo él no lo consideró adecuado. En 1950 se inscribió en la Facultad de Arquitectura, pero solo cursó durante seis meses.
En 1951 cambió por Filosofía y Letras. Estudió con afán, a pesar de que tuvo dificultades en asignaturas como Latín. Al culminar la carrera, ya estaba trabajando en el mundo del cine. Sin embargo, el mundo de Hollywood lo había decepcionado. No encontraba un relevo generacional apto para las estrellas que lo habían cautivado durante su infancia, a excepción de Marilyn Monroe y Gloria Swanson.
Una nota en la revista Radiolandia acerca del futuro estreno Deshonra, lo impulsó a conocer al director Daniel Tinayre, respecto a quien sentía respeto por su comedia La vendedora de fantasías. Dado que el director le negó el acceso a la filmación, habló sin permiso con la protagonista, la actriz Fanny Navarro. No sentía simpatía hacia ella ya que era expresamente peronista y él se oponía a ese movimiento político desde que su líder, Juan Domingo Perón, había prohibido la importación de películas norteamericanas a la Argentina.  Navarro lo mandó con Herminia Franco, quien consiguió que entrara. Al poco tiempo, empezó a trabajar en los laboratorios Alex.
En 1953 debió cumplir con el servicio militar en el área de Aeronáutica. Lo tomaron como traductor.
Excursión en el cine
En 1956, con 23 años cumplidos y luego de cursar en el instituto Dante Alighieri, ganó una beca para viajar a Roma, Italia y estudiar cinematografía en el Centro Sperimentale di Cinematografia. Allí "Hollywood era una mala palabra, la imaginación el enemigo número uno del cine, las obras de autor una blasfemia". Era la época del neorrealismo. Tras ver en una clase Metrópolis,de Fritz Lang, el expresionismo alemán lo deslumbró. Durante las vacaciones visitó París, en el auge de la Cahiers du Cinéma, la revalorización del cine imaginativo y de la obra de autor.
En 1957, David O. Selznick producía un remake de Adiós a las armas, dirigida por Charles Vidor. La esposa del productor, Jennifer Jones, desempeñaba el papel de la enfermera. Manuel fue designado para cumplir en esa filmación sus prácticas de efectos especiales. Según Puig, Jones se destacaba en roles "histéricos". Cada vez que Vidor quería dirigir al personaje hacia la dulzura, Jones se negaba al punto de haber abandonado el plató en reiteradas ocasiones. Al ver ese episodio de prepotencia, Puig consideró que jamás podría ser director pues no tenía el carácter necesario para dirigir a los actores con el propósito de obtener el resultado deseado.
Al año siguiente se trasladó a Londres y luego a Estocolmo, donde enseñó español e italiano. También trabajaba en un restaurante donde todos los empleados, además del dueño, eran actores desempleados. Fue en estas ciudades donde escribió sus primeros libretos para cine. Entre sus primeros borradores se encontraba uno en inglés, titulado Ball cancelled, imaginado para Ingrid Bergman y Anthony Perkins.
Tras su regreso a Roma, su amigo argentino Mario Fenelli le sugirió escribir en su idioma natal. Tuvo en cuenta su consejo, y en 1960, en Buenos Aires, elaboró La tajada. Se trata de la historia de una actriz que, durante el gobierno peronista, se casa con un diputado para utilizarlo en una venganza. Al mismo tiempo, trabajó en dos coproducciones como asistente de diálogos: Casi al fin del mundo y Una americana en Buenos Aires. Entre 1961 y 1962 trabajó como asistente de dirección de cine en Buenos Aires y Roma. En la capital italiana, su amigo Fenelli reiteró su consejo e insistió en que escribiera sobre algún tema conocido, algo autobiográfico. Manuel eligió a su primo Jorge y a los amoríos que lo habían rodeado. Al segundo día de escritura supo que no estaba frente a un guion, estaba frente a una novela.
Actividad literaria
Más tarde se mudó a Nueva York, donde siguió trabajando en el texto que acabó siendo su primera novela, La traición de Rita Hayworth. El guión que la había despuntado comenzaba con un monólogo del protagonista que, al extenderse veinticuatro páginas, le hizo ver a Puig que no era algo que debiera destinarse al cine.
Por entonces trabajaba de steward para Air France, en el aeropuesto Kennedy, de siete y media de la mañana a dos y media de la tarde. Luego de tomar su siesta diaria, escribía. Regularmente, a las once de la noche iba a dormir, para comenzar de nuevo a las cinco de la mañana del día siguiente. Durante la escritura, cambió su sobrenombre Coco por "Toto" así como el nombre de su primo Jorge por "Héctor". Estos cambios simples y referenciales serían comunes en sus siguientes libros. Concluyó la novela en 1965. Uno de sus amigos, el cineasta Néstor Almendro pasó el manuscrito a Juan Goytisolo, de la editorial francesa Gallimard.
La traición de Rita Hayworth, ambientada en "Coronel Vallejos", adelanta las características fundamentales de la obra de Puig: experimentación narrativa (a partir de la utilización de técnicas como montaje, desplazamiento, asociación de ideas) y empleo de formatos y estereotipos provenientes de géneros considerados "menores", tales como el folletín, el radioteatro sentimental o la telenovela.
En 1969 la editorial Gallimard la publicó en Francia. Posteriormente, el diario Le Monde la consideró una de las mejores novelas del año. Goytisolo le pasó el manuscrito a su amigo Carlos Barral.  Ese año participó en el Concurso Biblioteca Breve Seix Barral, siendo finalista. Sin embargo, ese mérito no alcanzó para que fuera publicada. La ganadora fue Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé.  Finalmente, Jorge Álvarez la publicó en Buenos Aires.
Tiempo después, Manuel tuvo un breve encuentro con Rita Hayworth en México. Si bien ella no había leído la novela, estaba al tanto de su éxito en los Estados Unidos a través de las críticas. Hayworth le aseguró que dado su prestigio, la novela sería llevada al cine. Sin embargo, esto no ha sucedido hasta el presente.
Comenzó su segunda novela, que sería Humedad relativa 95%, de la que alcanzó a escribir cuatro capítulos, pero que abandonó por considerar que las referencias autobiográficas se habían agotado con la primera novela. Un error llevó a los primeros lectores de sus manuscritos a pensar que este proyecto era posterior.
Regresó a Buenos Aires en el 1967, año en el que escribió Boquitas pintadas, novela que fue publicada en 1969. Se presenta como un "folletín en dieciséis entregas" y convirtió a Puig en un escritor de renombre en la Argentina.
En 1973 Sudamericana publicó The Buenos Aires Affair, novela prohibida por el gobierno. Además de la prohibición oficial, Puig recibió una amenaza telefónica del grupo parapolicial conocido como Triple A. Por esta razón decidió trasladarse a México, en donde terminó El beso de la mujer araña en 1976. Cuenta la historia de dos prisioneros que comparten una celda en la Argentina de la dictadura. Uno de ellos es un militante de una organización revolucionaria y el otro un homosexual afeminado acusado de corrupción de menores. Ambos traban una relación compleja cuyo trasfondo poético alimentado por el cine y la fantasía, los hace explorar los límites de roles y convencionalismos sociales.
La novela le otorgó a su autor reconocimiento internacional. Sin embargo, Gallimard, que hasta entonces había publicado todas sus novelas, la rechazó. La responsable de esta decisión fue Aurora Bernárdez, con el justificativo de que la imagen del revolucionario ablandado por el homosexual afeminado iba en contra de los ideales leninistas con los cuales la editorial se correspondía. Siguiendo su ejemplo, otras editoriales europeas también lo vetaron.
Entre 1978 y 1980 vivió en Nueva York, donde dictó cursos de escritura creativa en la Universidad de Columbia. En 1979 publicó Pubis angelical, que fue un best seller en España y fue llevada al cine por Raúl de la Torre. La película está protagonizada por Graciela Borges, quien entonces era esposa del director. Charly García es el responsable de la banda sonora.
En 1980 Manuel Puig se radicó en Río de Janeiro, Brasil, y en 1985 hizo una adaptación para cine de El beso de la mujer araña, que fue filmada por el argentino Héctor Babenco. Al principio Manuel Puig se mostró en desacuerdo en cuanto a la elección de los personajes. Consideraba que Raúl Juliá era demasiado grande para interpretar a Valentín y que William Hurt tenía un físico que no se correspondía con el del cuarentón Molina. Cuando vio la película solo, por primera vez, en la cabina de montaje, quedó decepcionado. Pero una vez que la vio en el estreno, junto al público, sintió que podía funcionar.  Esta novela también se convirtió en una comedia musical de gran éxito en Broadway, en una ópera con música del alemán Hans Werner Henze y en una obra de teatro escrita por el propio Puig.
El año que se estableció en Brasil, publicó la novela Maldición eterna a quien lea estas páginas, inspirada en sus últimos años neoyorquinos. En 1982 terminó la que probablemente haya sido su obra más compleja: Sangre de amor correspondido.
En 1988 publicó su novela Cae la noche tropical.
Entre finales de 1989 y principios de 1990 se trasladó a una villa en Santa Marinella, Italia, donde escribió el guion inédito Vivaldi, sobre la vida del compositor. Los productores querían que lo protagonizara William Hurt, quien había ganado un Óscar por su papel de Molina en El beso de la mujer araña, y el actor pidió la colaboración de Manuel Puig. El proyecto no se concretó y Puig regresó a México, donde compró una casa en Cuernavaca, en el número 210 de la calle Orquídea.
Allí se dedicó a seguir trabajando. Utilizaba una máquina de escribir Lettera que eventualmente reemplazó por una computadora IBM (serían sus más preciadas pertenencias, junto con su videoteca compuesta por cuatro mil películas). Escribía varias horas por la tarde aunque el trabajo de los albañiles, que remodelaban a gusto de Manuel la residencia recién adquirida, no era propicio para llevar a cabo su trabajo. Si bien ya no iba al cine, tenía estrictamente agendados dos o tres títulos por día para ver en su casa.
Recibía muchos llamados desde lugares como Londres, Finlandia y Los Ángeles, solicitándole comedias musicales y conferencias.
Por ese entonces había decidido no regresar a la Argentina. Ningún colega se había interesado por él, en el exilio. Luego de las amenazas de la Triple A, que habían prohibido varias de sus novelas por su contenido, la revista Gente y el Canal 7 le cerraron sus puertas. La crítica comenzó a denostarlo. Puig ya había observado que la crítica usaba su novela anterior para manifestar una opinión negativa a su última producción.
Cuando un crítico quiere molestar es fácil. En Maldición eterna a quien lea estas páginas, por ejemplo, había un personaje que decía banalidades terribles sobre el psicoanálisis. Y un crítico muy malintencionado de aquí, de España, que pertenecía a un periódico importante, citó esas frases como declaraciones mías, lo cual es muy deshonesto, muy grave.
 Fallecimiento
El miércoles 21 de julio de 1990 había sido internado en la Central Quirúrgica de Las Palmas11 por riesgo de peritonitis. Pronto tuvo que ser operado de urgencia de la vesícula. La intervención fue exitosa pero el cuadro clínico fue desfavorable. Comenzó a delirar y debieron amarrarlo a la camilla.
En la madrugada del domingo empezó a tener problemas respiratorios y finalmente murió de un paro cardíaco.

El boom Literario Felisberto Hernández


Felisberto Hernández
Felisberto Hernández (Montevideo, 20 de octubre de 1902 — Montevideo, 13 de enero de 1964) fue un escritor uruguayo que se caracteriza por unas obras de literatura fantástica pero basadas en la experiencia más personal.
Felisberto nació a principios del siglo XX en la ciudad uruguaya de Montevideo. Era hijo de Prudencio Hernández, natural de Tenerife, en las Islas Canarias y de Juana Silva, de la ciudad de Rocha. Era el mayor de cuatro hermanos.
A los 9 años comienza sus estudios de piano que profundizará más tarde con el profesor de piano Clemente Colling, que le enseña composición y armonía. A los 16 años, da clases particulares de piano, y comienza a dedicar horas a su práctica musical y a trabajar ilustrando musicalmente películas, pues sus dificultades económicas harán que acepte el empleo de pianista en varias salas de cine mudo. A los 20 años comienza a dar recitales e incluso interpreta algunas obras de su creación. Tres años más tarde, toma clases de piano con Guillermo Kolischer y consigue ser un buen instrumentista.
Hasta 1942 será un pianista itinerante entre Uruguay y Argentina: la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, pianista y director de una orquesta en el café-concierto de Mercedes, Teatro Albéniz de Montevideo, Teatro del Pueblo de Buenos Aires.
En París, en su momento de mayor esplendor, conoció a África de las Heras, española, veterana de la Guerra Civil y agente de la KGB a quien se le encomendó seducirlo, por ser Felisberto individualista a ultranza. Tras casarse se instalaron en Montevideo donde ella trabajó como espía y finalmente se divorciaron sin que él supiera el papel que había desempeñado. Sobre las relaciones complicadas de Felisberto con las mujeres (se casó seis veces), existen dos testimonios de mayor interés. El de Paulina Medeiros (Tacuarembó, 1905- Montevideo, 1992) con la que tuvo relaciones entre 1943-47 (Felisberto Hernández y yo, 1974), y con la que tuvo además una notable correspondencia. Y el de Reina Reyes (Montevideo, 1904-1993), vinculada del 1954 a 1958, en su libro de cartas y notas, ¿Otro Felisberto? (Montevideo, Banda Oriental, 1994).1
El escritor
A los 23 años, Felisberto empezó a publicar aunque nunca fue muy conocido. Tras la última etapa musical itinerante, abandonó la carrera de pianista dedicándose exclusivamente a la literatura.
Felisberto citaba dos nombres recurrentes en sus lecturas: Henri Bergson y Marcel Proust (también a Kafka). Y es que los cuentos y novelas cortas de Felisberto recrean el mundo de su infancia y juventud, evocan personas que conoció, en los barrios de Montevideo. Su narrativa se basa en el recuerdo como motor de la escritura, continuando la búsqueda proustiana. Una magdalena, una calle, un tren, un piano, pueden encerrar recuerdos y hacernos revivir sensaciones. La construcción de gran parte de sus cuentos se apoya en la reivindicación de lo lateral, como en La cara de Ana. Y una temática recurrente e interesante es el lugar primordial que le da a los objetos inertes (entre otros, así sucede en 'El vestido blanco, Las hortensias, El caballo perdido).
Aunque su trabajo de escritor eclipsó su carrera de pianista, su obra entera está impregnada de música, tanto en los temas evocados (un profesor de piano, un recital, un bandoneón), como en la forma de contar, al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad, al transformar el sentido de las palabras en función de los sonidos, al construir partes de su relato como variaciones de un mismo tema musical. Para Juan Carlos Onetti, que lo admiraba, su libro más importante era su autobiográfico Por los tiempos de Clemente Colling (1942), más que otros posteriores y famosos, en los que aparecía como más "ingenuo".
Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus obras han sido traducidas, tardíamente, a varios idiomas: alemán, francés, inglés, italiano, griego y portugués. Sin embargo, en un viaje a París intentó publicar, sin éxito, pese al apoyo generoso del escritor Jules Supervielle, de origen montivedeano. En España se difundió en 1974-1975 gracias al esfuerzo de Cristina Peri Rossi.
Para Julio Cortázar, es rechazable la mera etiqueta de 'fantástica' para su obra: "nadie como él para disolverla en un increíble enriquecimiento de la realidad total que no sólo contiene lo verificable sino que lo apuntala en el lomo del misterio". Ha sido considerado luego un maestro tanto por éste como por Gabriel García Márquez. A pesar de haber influido a muchos autores americanos, la extraña ficción de sus cuentos hace brotar un universo totalmente personal y que no puede ser comparado totalmente con los cuentos más urbanos, más intelectualizados de Cortázar. Italo Calvino, que prologó una versión italiana de Felisberto, lo definió como "un escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los latinoamericanos, es un francotirador que desafía toda clasificación y todo marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas".

Realismo mágico Gabriel García Márquez

Realismo mágico 

Gabriel García Márquez


Gabriel García Márquez nació en Aracataca (Magdalena), el 6 de marzo de 1927. Creció como niño único entre sus abuelos maternos y sus tías, pues sus padres, el telegrafista Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez, se fueron a vivir, cuando Gabriel sólo contaba con cinco años, a la población de Sucre, donde don Gabriel Eligio montó una farmacia y donde tuvieron a la mayoría de sus once hijos.

Los abuelos eran dos personajes bien particulares y marcaron el periplo literario del futuro Nobel: el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, le contaba al pequeño Gabriel infinidad de historias de su juventud y de las guerras civiles del siglo XIX, lo llevaba al circo y al cine, y fue su cordón umbilical con la historia y con la realidad. Doña Tranquilina Iguarán, su cegatona abuela, se la pasaba siempre contando fábulas y leyendas familiares, mientras organizaba la vida de los miembros de la casa de acuerdo con los mensajes que recibía en sueños: ella fue la fuente de la visión mágica, supersticiosa y sobrenatural de la realidad. Entre sus tías la que más lo marcó fue Francisca, quien tejió su propio sudario para dar fin a su vida.

Gabriel García Márquez aprendió a escribir a los cinco años, en el colegio Montessori de Aracataca, con la joven y bella profesora Rosa Elena Fergusson, de quien se enamoró: fue la primera mujer que lo perturbó. Cada vez que se le acercaba, le daban ganas de besarla: le inculcó el gusto de ir a la escuela, sólo por verla, además de la puntualidad y de escribir una cuartilla sin borrador.


Gabriel García Márquez

En ese colegio permaneció hasta 1936, cuando murió el abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres al sabanero y fluvial puerto de Sucre, de donde salió para estudiar interno en el colegio San José, de Barranquilla, donde a la edad de diez años ya escribía versos humorísticos. En 1940, gracias a una beca, ingresó en el internado del Liceo Nacional de Zipaquirá, una experiencia realmente traumática: el frío del internado de la Ciudad de la Sal lo ponía melancólico, triste. Permaneció siempre con un enorme saco de lana, y nunca sacaba las manos por fuera de sus mangas, pues le tenía pánico al frío.

Sin embargo, a las historias, fábulas y leyendas que le contaron sus abuelos, sumó una experiencia vital que años más tarde sería temática de la novela escrita después de recibir el premio Nobel: el recorrido del río Magdalena en barco de vapor. En Zipaquirá tuvo como profesor de literatura, entre 1944 y 1946, a Carlos Julio Calderón Hermida, a quien en 1955, cuando publicó La hojarasca, le obsequió con la siguiente dedicatoria: "A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera". Ocho meses antes de la entrega del Nobel, en la columna que publicaba en quince periódicos de todo el mundo, García Márquez declaró que Calderón Hermida era "el profesor ideal de Literatura".

En los años de estudiante en Zipaquirá, Gabriel García Márquez se dedicaba a pintar gatos, burros y rosas, y a hacer caricaturas del rector y demás compañeros de curso. En 1945 escribió unos sonetos y poemas octosílabos inspirados en una novia que tenía: son uno de los pocos intentos del escritor por versificar. En 1946 terminó sus estudios secundarios con magníficas calificaciones.

Estudiante de leyes

En 1947, presionado por sus padres, se trasladó a Bogotá a estudiar derecho en la Universidad Nacional, donde tuvo como profesor a Alfonso López Michelsen y donde se hizo amigo de Camilo Torres Restrepo. La capital del país fue para García Márquez la ciudad del mundo (y las conoce casi todas) que más lo impresionó, pues era una ciudad gris, fría, donde todo el mundo se vestía con ropa muy abrigada y negra. Al igual que en Zipaquirá, García Márquez se llegó a sentir como un extraño, en un país distinto al suyo: Bogotá era entonces "una ciudad colonial, (...) de gentes introvertidas y silenciosas, todo lo contrario al Caribe, en donde la gente sentía la presencia de otros seres fenomenales aunque éstos no estuvieran allí".

El estudio de leyes no era propiamente su pasión, pero logró consolidar su vocación de escritor, pues el 13 de septiembre de 1947 se publicó su primer cuento, La tercera resignación, en el suplemento Fin de Semana, nº 80, de El Espectador, dirigido por Eduardo Zalamea Borda (Ulises), quien en la presentación del relato escribió que García Márquez era el nuevo genio de la literatura colombiana; las ilustraciones del cuento estuvieron a cargo de Hernán Merino. A las pocas semanas apareció un segundo cuento: Eva está dentro de un gato.

En la Universidad Nacional permaneció sólo hasta el 9 de abril de 1948, pues, a consecuencia del "Bogotazo", la Universidad se cerró indefinidamente. García Márquez perdió muchos libros y manuscritos en el incendio de la pensión donde vivía y se vio obligado a pedir traslado a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. Nunca se graduó, pero inició una de sus principales actividades periodísticas: la de columnista. Manuel Zapata Olivella le consiguió una columna diaria en el recién fundado periódico El Universal.

El Grupo de Barranquilla

A principios de los años cuarenta comenzó a gestarse en Barranquilla una especie de asociación de amigos de la literatura que se llamó el Grupo de Barranquilla; su cabeza rectora era don Ramón Vinyes. El "sabio catalán", dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española, italiana, francesa e inglesa, orientaba al grupo en las lecturas, analizaba autores, desmontaba obras y las volvía a armar, lo que permitía descubrir los trucos de que se servían los novelistas. La otra cabeza era José Félix Fuenmayor, que proponía los temas y enseñaba a los jóvenes escritores en ciernes (Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas, entre otros) la manera de no caer en lo folclórico.

Gabriel García Márquez se vinculó a ese grupo. Al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía. Luego, gracias a una neumonía que le obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal por una columna diaria en El Heraldo de Barranquilla, que apareció a partir de enero de 1950 bajo el encabezado de "La girafa" y firmada por "Septimus".


Con su hijo y su esposa

En el periódico barranquillero trabajaban Cepeda Samudio, Vargas y Fuenmayor. García Márquez escribía, leía y discutía todos los días con los tres redactores; el inseparable cuarteto se reunía a diario en la librería del "sabio catalán" o se iba a los cafés a beber cerveza y ron hasta altas horas de la madrugada. Polemizaban a grito herido sobre literatura, o sobre sus propios trabajos, que los cuatro leían. Hacían la disección de las obras de Defoe, Dos Passos, Camus, Virginia Woolf y William Faulkner, escritor este último de gran influencia en la literatura de ficción de América Latina y muy especialmente en la de García Márquez, como él mismo reconoció en su famoso discurso "La soledad de América Latina", que pronunció con motivo de la entrega del premio Nobel en 1982: William Faulkner había sido su maestro. Sin embargo, García Márquez nunca fue un crítico, ni un teórico literario, actividades que, además, no son de su predilección: él prefirió y prefiere contar historias.

En esa época del Grupo de Barranquilla, García Márquez leyó a los grandes escritores rusos, ingleses y norteamericanos, y perfeccionó su estilo directo de periodista, pero también, en compañía de sus tres inseparables amigos, analizó con cuidado el nuevo periodismo norteamericano. La vida de esos años fue de completo desenfreno y locura. Fueron los tiempos de La Cueva, un bar que pertenecía al dentista Eduardo Vila Fuenmayor y que se convirtió en un sitio mitológico en el que se reunían los miembros del Grupo de Barranquilla a hacer locuras: todo era posible allí, hasta las trompadas entre ellos mismos.

También fue la época en que vivía en pensiones de mala muerte, como El Rascacielos, edificio de cuatro pisos, ubicado en la calle del Crimen, que alojaba también un prostíbulo. Muchas veces no tenía el peso con cincuenta para pasar la noche; entonces le daba al encargado sus mamotretos, los borradores de La hojarasca, y le decía: "Quédate con estos mamotretos, que valen más que la vida mía. Por la mañana te traigo plata y me los devuelves".

Los miembros del Grupo de Barranquilla fundaron un periódico de vida muy fugaz, Crónica, que según ellos sirvió para dar rienda suelta a sus inquietudes intelectuales. El director era Alfonso Fuenmayor, el jefe de redacción Gabriel García Márquez, el ilustrador Alejandro Obregón, y sus colaboradores fueron, entre otros, Julio Mario Santo domingo, Meira del Mar, Benjamín Sarta, Juan B. Fernández y Gonzalo González.

Periodismo y literatura

A principios de 1950, cuando ya tenía muy adelantada su primera novela, titulada entonces La casa, acompañó a doña Luisa Santiaga al pequeño, caliente y polvoriento Aracataca, con el fin de vender la vieja casa en donde él se había criado. Comprendió entonces que estaba escribiendo una novela falsa, pues su pueblo no era siquiera una sombra de lo que había conocido en su niñez; a la obra en curso le cambió el título por La hojarasca, y el pueblo ya no fue Aracataca, sino Macondo, en honor de los corpulentos árboles de la familia de las bombáceas, comunes en la región y semejantes a las ceibas, que alcanzan una altura de entre treinta y cuarenta metros.

En febrero de 1954 García Márquez se integró en la redacción de El Espectador, donde inicialmente se convirtió en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y luego en brillante cronista y reportero. El año siguiente apareció en Bogotá el primer número de la revista Mito, bajo la dirección de Jorge Gaitán Durán.

Duró sólo siete años, pero fueron suficientes, por la profunda influencia que ejerció en la vida cultural colombiana, para considerar que Mito señala el momento de la aparición de la modernidad en la historia intelectual del país, pues jugó un papel definitivo en la sociedad y cultura colombianas: desde un principio se ubicó en la contemporaneidad y en la cultura crítica. Gabriel García Márquez publicó dos trabajos en la revista: un capítulo de La hojarasca, el Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo (1955), y El coronel no tiene quien le escriba (1958). En realidad, el escritor siempre ha considerado que Mito fue trascendental; en alguna ocasión dijo a Pedro Gómez Valderrama: "En Mito comenzaron las cosas".

En ese año de 1955, García Márquez ganó el primer premio en el concurso de la Asociación de Escritores y Artistas; publicó La hojarasca y un extenso reportaje, por entregas, Relato de un náufrago, el cual fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las directivas de El Espectador decidieron que Gabriel García Márquez saliera del país rumbo a Ginebra, para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego a Roma, donde el papa Pío XII aparentemente agonizaba. En la capital italiana asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di Cinema.

Rondando por el mundo

Cuatro años estuvo ausente de Colombia. Vivió una larga temporada en París, y recorrió Polonia y Hungría, la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Continuó como corresponsal de El Espectador, aunque en precarias condiciones, pues si bien escribió dos novelas, El coronel no tiene quien le escriba y La mala hora, vivía pobre a morir, esperando el giro mensual que El Espectador debía enviar pero que demoraba debido a las dificultades del diario con el régimen de Rojas Pinilla. Esta situación se refleja en El coronel, donde se relata la desesperanza de un viejo oficial de la guerra de los Mil Días aguardando la carta oficial que había de anunciarle la pensión de retiro a que tiene derecho. Además, fue corresponsal de El Independiente, cuando El Espectador fue clausurado por la dictadura, y colaboró también con la revista venezolana Élite y la colombianísima Cromos.

Su estancia en Europa le permitió a García Márquez ver América Latina desde otra perspectiva. Le señaló las diferencias entre los distintos países latinoamericanos, y tomó además mucho material para escribir cuentos acerca de los latinos que vivían en la ciudad luz. Aprendió a desconfiar de los intelectuales franceses, de sus abstracciones y esquemáticos juegos mentales, y se dio cuenta de que Europa era un continente viejo, en decadencia, mientras que América, y en especial Latinoamérica, era lo nuevo, la renovación, lo vivo.

A finales de 1957 fue vinculado a la revista Momento y viajó a Venezuela, donde pudo ser testigo de los últimos momentos de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. En marzo de 1958, contrajo matrimonio en Barranquilla con Mercedes Barcha, unión de la que nacieron dos hijos: Rodrigo (1959), bautizado en la Clínica Palermo de Bogotá por Camilo Torres Restrepo, y Gonzalo (1962). Al poco tiempo de su matrimonio, de regreso a Venezuela, tuvo que dejar su cargo en Momento y asumir un extenuante trabajo en Venezuela Gráfica, sin dejar de colaborar ocasionalmente en Élite.

Pese a tener poco tiempo para escribir, su cuento Un día después del sábado fue premiado. En 1959 fue nombrado director de la recién creada agencia de noticias cubana Prensa Latina. En 1960 vivió seis meses en Cuba y al año siguiente fue trasladado a Nueva York, pero tuvo grandes problemas con los cubanos exiliados y finalmente renunció. Después de recorrer el sur de Estados Unidos se fue a vivir a México. No sobra decir que, luego de esa estadía en Estados Unidos, el gobierno de ese país le denegó el visado de entrada, porque, según las autoridades, García Márquez estaba afiliado al partido comunista. Sólo en 1971, cuando la Universidad de Columbia le otorgó el título de doctor honoris causa, le dieron un visado, aunque condicionado.


Con el poeta cubano Eliseo Diego

Recién llegado a México, donde García Márquez ha vivido muchos años de su vida, se dedicó a escribir guiones de cine y durante dos años (1961-1963) publicó en las revistas La Familia y Sucesos, de las cuales fue director. De sus intentos cinematográficos el más exitoso fue El gallo de oro (1963), basado en un cuento del mismo nombre escrito por Juan Rulfo, y que García Márquez adaptó con el también escritor Carlos Fuentes. El año anterior había obtenido el premio Esso de Novela Colombiana con La mala hora.

La consagración

Un día de 1966 en que se dirigía desde Ciudad de México al balneario de Acapulco, Gabriel García Márquez tuvo la repentina visión de la novela que durante 17 años venía rumiando: consideró que ya la tenía madura, se sentó a la máquina y durante 18 meses seguidos trabajó ocho y más horas diarias, mientras que su esposa se ocupaba del sostenimiento de la casa.

En 1967 apareció Cien años de soledad, novela cuyo universo es el tiempo cíclico, en el que suceden historias fantásticas: pestes de insomnio, diluvios, fertilidad desmedida, levitaciones... Es una gran metáfora en la que, a la vez que se narra la historia de las generaciones de los Buendía en el mundo mágico de Macondo, desde la fundación del pueblo hasta la completa extinción de la estirpe, se cuenta de manera insuperable la historia colombiana desde después del Libertador hasta los años treinta del presente siglo. De ese libro Pablo Neruda, el gran poeta chileno, opinó: "Es la mejor novela que se ha escrito en castellano después del Quijote". Con tan calificado concepto se ha dicho todo: el libro no sólo es la opus magnum de García Márquez, sino que constituye un hito en Latinoamérica, como uno de los libros que más traducciones tiene, treinta idiomas por lo menos, y que mayores ventas ha logrado, convirtiéndose en un verdadero bestseller mundial.

Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana. Durante las tres décadas transcurridas, ha escrito cuatro novelas más, se han publicado tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.


En una imagen tomada en Bogotá, 1972

Varios elementos marcan ese periplo: se profesionalizó como escritor literario, y sólo después de casi 23 años reanudó sus colaboraciones en El Espectador. En 1985 cambió la máquina de escribir por el computador. Su esposa Mercedes Barcha siempre ha colocado un ramo de rosas amarillas en su mesa de trabajo, flores que García Márquez considera de buena suerte. Un vigilante autorretrato de Alejandro Obregón, que el pintor le regaló y que quiso matar en una noche de locos con cinco tiros del calibre 38, preside su estudio. Finalmente, dos de sus compañeros periodísticos, Álvaro Cepeda Samudio y Germán Vargas Cantillo, murieron, cumpliendo cierta predicción escrita en Cien años de soledad.

Premio Nobel de Literatura

En la madrugada del 21 de octubre de 1982, García Márquez recibió en México una noticia que hacía ya mucho tiempo esperaba por esas fechas: la Academia Sueca le otorgó el ansiado premio Nobel de Literatura. Por ese entonces se hallaba exiliado en México, pues el 26 de marzo de 1981 había tenido que salir de Colombia, ya que el ejército colombiano quería detenerlo por una supuesta vinculación con el movimiento M-19 y porque durante cinco años había mantenido la revista Alternativa, de corte socialista.

La concesión del Nobel fue todo un acontecimiento cultural en Colombia y Latinoamérica. El escritor Juan Rulfo opinó: "Por primera vez después de muchos años se ha dado un premio de literatura justo". La ceremonia de entrega del Nobel se celebró en Estocolmo, los días 8, 9 y 10 de diciembre; según se supo después, disputó el galardón con Graham Greene y Gunther Grass.

Dos actos confirmaron el profundo sentimiento latinoamericano de García Márquez: a la entrega del premio fue vestido con un clásico e impecable liquiliqui de lino blanco, por ser el traje que usó su abuelo y que usaban los coroneles de las guerras civiles, y que seguía siendo de etiqueta en el Caribe continental. Con el discurso "La soledad de América Latina" (que leyó el miércoles 8 de diciembre de 1982 ante la Academia Sueca en pleno y ante cuatrocientos invitados y que fue traducido simultáneamente a ocho idiomas), intentó romper los moldes o frases gastadas con que tradicionalmente Europa se ha referido a Latinoamérica, y denunció la falta de atención de las superpotencias por el continente. Dio a entender cómo los europeos se han equivocado en su posición frente a las Américas, y se han quedado tan sólo con la carga de maravilla y magia que se ha asociado siempre a esta parte del mundo. Sugirió cambiar ese punto de vista mediante la creación de una nueva y gran utopía, la vida, que es a su vez la respuesta de Latinoamérica a su propia trayectoria de muerte.

El discurso es una auténtica pieza literaria de gran estilo y de hondo contenido americanista, una hermosa manifestación de personalidad nacionalista, de fe en los destinos del continente y de sus pueblos. Confirmó asimismo su compromiso con Latinoamérica, convencido desde siempre de que el subdesarrollo total, integral, afecta todos los elementos de la vida latinoamericana. Por lo tanto, los escritores de esta parte del mundo deben estar comprometidos con la realidad social total.



Con motivo de la entrega del Nobel, el gobierno colombiano, presidido por Belisario Betancur, programó una vistosa presentación folclórica en Estocolmo. Además, adelantó una emisión de sellos con la efigie de García Márquez dibujada por el pintor Juan Antonio Roda, con diseño de Dickens Castro y texto de Guillermo Angulo, a propósito de la cual el Nobel colombiano expresó: "El sueño de mi vida es que esta estampilla sólo lleve cartas de amor".

Desde que se conoció la noticia de la obtención del ambicionado premio, el asedio de periodistas y medios de comunicación fue permanente y los compromisos se multiplicaron. Sin embargo, en marzo de 1983 Gabo regresó a Colombia. En Cartagena lo esperaban doña Luisa Santiaga Márquez de García, en su casa del Callejón de Santa Clara, en el tradicional barrio de Manga, con un suculento sancocho de tres carnes (salada, cerdo y gallina) y abundante dulce de guayaba.

Después del Nobel, García Márquez se ratificó como figura rectora de la cultura nacional, latinoamericana y mundial. Sus conceptos sobre diferentes temas ejercieron fuerte influencia. Durante el gobierno de César Gaviria Trujillo (1990-1994), junto con otros sabios como Manuel Elkin Patarroyo, Rodolfo Llinás y el historiador Marco Palacios, formó parte de la comisión encargada de diseñar una estrategia nacional para la ciencia, la investigación y la cultura. Pero, quizás, una de sus más valientes actitudes ha sido el apoyo permanente a la revolución cubana y a Fidel Castro, la defensa del régimen socialista impuesto en la isla y su rechazo al bloqueo norteamericano, que ha servido para que otros países apoyen de alguna manera a Cuba y que ha evitado mayores intervenciones de los estadounidenses.

Tras años de silencio, en 2002 García Márquez presentó la primera parte de sus memorias, Vivir para contarla, en la que repasa los primeros treinta años de su vida. La publicación de esta obra supuso un acontecimiento editorial, con el lanzamiento simultáneo de la primera edición (un millón de ejemplares) en todos los países hispanohablantes. En 2004 vio la luz su novela Memorias de mis putas tristes.

Creacionismo Vicente Huidobro

PARA LLORAR
Es para llorar que buscamos nuestros ojos
Para sostener nuestras lágrimas allá arriba
En sus sobres nutridos de nuestros fantasmas
Es para llorar que apuntamos los fusiles sobre el día
Y sobre nuestra memoria de carne
Es para llorar que apreciamos nuestros huesos y a la muerte sentada junto a la novia
Escondemos nuestra voz de todas las noches
Porque acarreamos la desgracia
Escondemos nuestras miradas bajo las alas de las piedras
Respiramos más suavemente que el cielo en el molino
Tenemos miedo



Vicente Huidobro(1893-1948)

Nacido en el seno de una familia de acusada tradición literaria -su madre era
escritora-, pronto mostró el joven Vicente una notable inclinación hacia la
creación poética, plasmada cuando sólo tenía doce años de edad en las
primeras composiciones que dio a conocer. Este talante creador, estrechamente
ligado a su espíritu iconoclasta, le llevó a rechazar, en un manifiesto que hizo
público cuando aún era adolescente, cualquier forma de poesía anterior.

Decidido a abrirse camino en el mundo de las Letras, rechazó también la
reducida atmósfera literaria chilena para trasladarse a París en 1916, donde
participó en todos los movimientos vanguardistas que por aquellos años florecían,
y vertiginosamente se agostaban, en la capital francesa; allí pudo empezar a
publicar sus primeras colaboraciones en algunas revistas tan significativas como
Sic y Nord-Sud, y entablar relaciones con las principales cabezas de la
Vanguardia europea, como los surrealistas Guillaume Apollinaire y Pierre
Reverdy, con quienes colaboró en la fundación de una de las publicaciones
recién citadas (Nord-Sud). Sin embargo, y a pesar de esta estrecha colaboración
en los comienzos de su andadura literaria, Vicente Huidobro pronto se
distanció voluntariamente de los postulados surrealistas, ya que en su particular
concepción de la creación artística no cabía la máxima de que el artista era un
mero instrumento revelador de los dictados de su inconsciente.

Esta ruptura con el surrealismo le animó a plantearse la validez de todas las
corrientes vanguardistas que había conocido de primera mano. Así, rechazó
también las propuestas del futurismo, pues tenía el convencimiento de que el
fervor manifestado hacia la máquina se apagaría en cuanto el hombre su hubiera
acostumbrado a los adelantos del progreso técnico. El sucesivo rechazo de
todos los postulados estéticos de la Vanguardia llevó a Vicente Huidobro a
crear su propia corriente, bautizada como Creacionismo, en la que situaba al
creador artístico a la altura de un demiurgo capaz de insuflar a su creación un
aliento vital tan poderoso que se podría medir, incluso, con las creaciones de la
propia Naturaleza.

Así, para Huidobro y el resto de los creacionistas que inmediatamente cerraron
filas en torno a estas propuestas tan originales como transgresoras, el artista no
debía limitarse a reflejar la Naturaleza, sino que debía mantener con ella una
especie de competición en la que podía mostrar el vitalismo de su propia obra.
Lógicamente, esta concepción del arte en general (y, en el caso del propio
Huidobro, del hecho literario en particular) llevaba aparejada la necesidad de
crear nuevas imágenes, tan coloristas como animadas e sorprendentes, e
incluso, un novedoso lenguaje poético capaz de romper con todos los niveles de
la lengua y generar también su propia sintaxis; de ahí que la yuxtaposición (de
oraciones, vocablos o sonidos extrañamente puestos en contacto) se convirtiera
en una de las características más acusadas del Creacionismo, al tiempo que las
largas secuencias y enumeraciones de palabras y sintagmas contribuyeran
decisivamente a dar al poema esa apariencia de objeto aleatorio, mera creación
de un dios absorto en las posibilidades estéticas del material con que moldea su
obra.

Con estos presupuestos estéticos, Vicente Huidobro se presentó en Madrid en
1918, donde fundó un destacado grupo de poetas creacionistas consagrados a la
elaboración de textos que seguían fielmente los postulados del ya respetado
maestro chileno. Por aquel entonces ya era un poeta fecundo, que arrastraba
tras sí una interesante producción literaria: seis poemarios impresos en su país
natal (Ecos del alma, La gruta del silencio, Canciones en la noche, Pasando y
pasando, Las pagodas ocultas y Adán), uno aparecido en Buenos Aires (El
espejo de agua) y otro publicado en París (Horizon Carré). Así, no es de extrañar
que en Madrid las imprentas y editoriales compitieran entre sí por llevar a los
tórculos las últimas creaciones de Huidobro, competición que enseguida arrojó
sus frutos en forma de cuatro nuevos poemarios (Poemas árticos, Ecuatorial,
Tour Eiffel y Hallali).

De retorno a París, Vicente Huidobro continuó su febril proceso de creación
poética, ahora enriquecida con una curiosa aproximación al género
narrativo-cinematográfico, la novela-guión Cagliostro, de 1921. La sucesión de
títulos detallada más abajo (vid. el apartado "Obra") da buena cuenta de la
capacidad y la fecundidad creativa de este poeta durante la década de los años
veinte. Alrededor de 1930 fue cuando dio los toques finales a sus dos obras
cumbres, dos poemarios que, desde el momento mismo de su aparición estaban
llamados a situarse en los puestos cimeros de la literatura universal.

Por aquel entonces, Huidobro estaba en el apogeo de su fama, y gozaba del
éxito obtenido por su novela fílmica Mío Cid Campeador (1929), en la que el
propio poeta, que alardeaba de ser descendiente de Rodrigo Díaz de Vivar,
identificaba su relación amorosa con Ximena Amunátegui como una
reencarnación moderna de la pareja formada por El Cid y Doña Jimena.

La peripecia que había dado lugar a esta unión no puede ser más rocambolesca:
en 1925, coincidiendo con su regreso a Chile y su fracaso en el intento de tomar
parte activa en la política de su país (llegó a presentarse como candidato a la
Presidencia), el gran poeta conoció a Ximena, una joven estudiante de quince
años de edad, por la que abandonó a su mujer (con la que llevaba casado más
de quince años) y a sus hijos. Ximena no sólo era menor de edad, sino hija de un
poderoso prócer chileno, quien se opuso tajantemente a su unión con el poeta.
Huidobro marchó entonces a París, cerró la casa de Montmartre donde había
residido con su familia, y se trasladó a Nueva York, donde cosechó algún éxito
como escritor de guiones cinematográficos.

Pero en 1928, cuando Ximena Amunátegui acababa de alcanzar la mayoría de
edad, el poeta viajó a Chile, la raptó a la salida del Liceo y se marchó de nuevo a
París, en donde la feliz pareja se instaló en el barrio de Montparnasse. Fueron
aquellos unos años de plenitud amorosa y creativa para el poeta, quien, después
del mencionado éxito de su versión del Cid, decidió retomar un largo y ambicioso
proyecto en el que había empezado a trabajar diez años antes. Se trata de
Altazor o el viaje en paracaídas, la obra cumbre del Creacionismo universal, que
junto con Temblor de cielo (acabado también por aquellas fechas), constituye el
mayor legado de Huidobro a la poesía de su tiempo y, sin lugar a dudas, una de
las fuentes que con mayor generosidad habría de surtir a los poetas venideros.

A finales del siglo XX, después de que las corrientes estéticas hayan virado por
centenares de derrotas diferentes, el valor poético de Altazor y Temblor de cielo
sigue siendo incalculable. Bien es cierto que una parte de la crítica, aquella que
reacciona anacrónicamente contra los postulados vanguardistas, sólo ve en
Huidobro una especie de ingenioso prestidigitador que juega con las palabras
como si de objetos malabares se tratasen, sin conseguir dar a sus
composiciones sentido alguno; pero la mayoría de los estudiosos del fenómeno
poético aún se deslumbra con las imágenes, la vivacidad, la invención y la
heterodoxia inconformista y novedosa de este gran rebelde de las letras
hispanas, quien supo mantener su vigor creacionista hasta en el epitafio que dejó
escrito para su lápida:

Surrealismo Julio Cortázar


La noche boca arriba

Un joven muchacho se apresuro a sacar la motocicleta del rincón donde el portero del hotel se la guardaba su idea era salir a dar un paseo en la joyería de la esquina vio la hora y eran las nueve menos diez pensó que llegaría con tiempo sobrado a donde iba, se subió a la moto saboreando el paseo recorrió gran parte de la ciudad, pero ahora entraba en la parte mas agradable del trayecto, una calle larga rodeada de árboles con poco trafico y muchos jardines de repente una mujer de cruza en su camino, tienen un accidente y el se destroza un brazo, pierde el sentido y de una cortadura en su ceja le goteaba sangre por toda la cara, al salir del desmayo se encuentra ingresando en un hospital. Lo han vendado y esta en una cama con fiebre en estado de sopor, como consecuencia del accidente y de los medicamentos, entonces, se adormece y tiene un sueño. Sueña curiosamente que es un indio mexicano de la época azteca, que esta perdido entre las ciénagas y se siente perseguido por una tribu enemiga que lo quieren sacrificar. Se despierta repetidas veces al principio aliviado pero luego confundido, las ultimas veces tratando de evitar esa pesadilla hasta que descubre que el sueño en verdad era la realidad.
La segunda pesadilla se intercala con la primera por que es el supuesto sueño. Describe un episodio de la guerra florida en donde un indio azteca es perseguido por una tribu enemiga, los Motecas huye y lucha por su vida, al final es capturado, atacado y arrastrado hacia la gran pirámide. Allí un sacerdote lo espera con un puñal para sacrificarlo ya que este era un rito del esta tribu.
Antes del fin el joven toma conciencia de la verdadera realidad, que su sueño, era real y que su realidad era su sueño. Alcanzo a cerrar otra vez los parpados, aunque ahora sabia que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro absurdo como todos los sueños.
Julio Cortázar
Biografía
Julio Cortázar nació en Ixelles, Bélgica, el 26 de agosto de 1914, hijo de Julio José Cortázar y María Herminia Descotte. Su padre era argentino y funcionario de la embajada de Argentina en Bélgica, desempeñándose en esa representación diplomática como agregado comercial. Más adelante en su vida declararía: «Mi nacimiento [en Bruselas] fue un producto del turismo y la diplomacia». En ese entonces Bruselas estaba ocupada por los alemanes.

Siempre se afirmó cierta relación de su padre con el cuerpo diplomático argentino. Sus padres, María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, eran argentinos. Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde a Barcelona, donde vivieron un año y medio. A los cuatro años volvieron a Argentina y pasó el resto de su infancia en Banfield, en el sur del Gran Buenos Aires, junto a su madre, una tía y Ofelia, su única hermana (un año menor que él). Vivió en una casa con fondo (Los Venenos, Deshoras, están basados en sus recuerdos infantiles), pero no fue totalmente feliz. «Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad, una tristeza frecuente» (Carta a Graciela M. de Sola, París, 4 de noviembre de 1963).

«Pasé mi infancia en una bruma de duendes, de elfos, con un sentido del espacio y del tiempo diferente al de los demás» (revista Plural n°44, México 5/1975). Cortázar fue un niño enfermizo y pasó mucho tiempo en cama, por lo que la lectura fue su gran compañera. Su madre le seleccionaba lo que podía leer, convirtiéndose en la gran iniciadora de su camino de lector, primero, y de escritor después. Declaró: «Mi madre dice que empecé a escribir a los ocho años, con una novela que guarda celosamente a pesar de mis desesperadas tentativas por quemarla» (revista Siete Días, Buenos Aires, 12/1973). Cortázar también recuerda que en cierta ocasión un pariente suyo (un tío o algo así) descubrió una serie de poemas suyos y se los dio a su madre, diciéndole que evidentemente esos poemas no eran míos, que yo los copiaba de alguna antología de poemas, por lo cual su madre llegó a preguntarle si esos poemas realmente eran suyos.[2] Leía tanto que algún médico llegó a recomendarle leer menos durante cinco o seis meses y salir más a tomar un poco de sol. Muchos de sus cuentos son autobiográficos, como Bestiario, Final del juego, Los venenos o La Señorita Cora, entre otros.
Se forma como Maestro Normal en 1932 y Profesor Normal en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, de aquellos años surgieron La Escuela de Noche (Deshoras). En aquella época, comenzó a frecuentar los estadios a ver boxeo, donde ideó una especie de filosofía del box «eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera» (La fascinación de las palabras). Admiraba al hombre que siempre iba para adelante y a pura fuerza y coraje conseguía ganar (Torito, Final del juego).

Un día, en 1932, caminando por el centro de Buenos Aires, se topó con un libro de Jean Cocteau, un total desconocido para él hasta aquel momento, titulado Opio, Diario de una desintoxicación. Aquella lectura lo marcaría para el resto de su vida: «Sentí que toda una etapa de vida literaria estaba irrevocablemente en el pasado… desde ese día leí y escribí de manera diferente, ya con otras ambiciones, con otras visiones» (La fascinación de las palabras, 1997).
 Comenzó en la Universidad de Buenos Aires sus estudios de Filosofía, aprobó el primer año, pero comprendió que debía utilizar el título que ya tenía para trabajar y ayudar a su madre. Dictó clases en Bolívar, Saladillo (Ciudad en cual figura en su Libreta Cívica como oficina de enrolamiento); y luego en Chivilcoy. Vivió en cuartos solitarios de pensiones aprovechando todo el tiempo libre para leer y escribir (Distante espejo).
En 1944 se traslada a Cuyo, Mendoza, y en su Universidad imparte cursos de literatura francesa. Publica su primer cuento, Bruja, en la revista Correo Literario. Participa en manifestaciones de oposición al peronismo. En 1945, cuando Juan Domingo Perón gana las elecciones presidenciales presenta su renuncia. «Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a 'sacarme el saco [saco = chaquetilla americana]' como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus puestos.» Reúne un primer volumen de cuentos, La otra orilla. Regresa a Buenos Aires, donde comienza a trabajar en la Cámara Argentina del Libro. En 1946 publica el cuento Casa tomada en la revista Los Anales de Buenos Aires, dirigida por Jorge Luis Borges. Ese mismo año publica un trabajo sobre el poeta inglés John Keats, La urna griega en la poesía de John Keats en la Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo.
En 1947 colabora en varias revistas, entre ellas en Realidad. Publica un importante trabajo teórico, Teoría del Túnel, y en la revista Los Anales de Buenos Aires aparece publicado su cuento Bestiario. En 1948 obtiene el título de traductor público de inglés y francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente insumen tres años. El esfuerzo le provoca síntomas neuróticos[n. 1] , uno de los cuales (la búsqueda de cucarachas en la comida) desaparece con la escritura de un cuento, Circe, que junto con Casa Tomada y Bestiario (aparecidos en Los anales de Buenos Aires) será incluido más adelante en Bestiario. En 1949 publica el poema dramático Los Reyes, primera obra firmada con su nombre real e ignorado por la crítica. Durante el verano escribe una primera novela, Divertimento, que de alguna manera prefigura Rayuela. Divertimento será publicada sólo en 1986, después de su muerte. Colabora en revistas culturales de Buenos Aires (Cabalgata, Realidad y Sur).
En 1950 escribe otra novela, El examen, rechazada por el asesor literario de la Editorial Losada, Guillermo de Torre. Cortázar la presentará a un concurso convocado por la misma editorial, sin éxito. Esta novela también será editada tras la muerte del escritor, en 1986. En 1951 publicó Bestiario, una colección de ocho relatos que le valieron cierto reconocimiento en el ambiente local. Poco después, disconforme con el gobierno de Juan Domingo Perón, decide trasladarse a París, ciudad donde, salvo esporádicos viajes por Europa y América Latina, residiría durante el resto de su vida.
Se casó con Aurora Bernárdez en 1953, una traductora argentina. Vivían en París con condiciones económicas bajas y le surgió el ofrecimiento de traducir la obra completa, en prosa, de Edgar Allan Poe para la Universidad de Puerto Rico. Dicho trabajo sería considerado luego por los críticos como la mejor traducción de la obra del escritor estadounidense. Juntos se fueron a vivir a Italia durante el año que duró el trabajo, luego viajaron a Buenos Aires en barco y Cortázar se pasó el trayecto escribiendo en su máquina portátil una nueva novela. «La revolución cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura...» (La fascinación de las palabras). En 1963 visitó Cuba invitado por Casa de las Américas para ser jurado en un concurso. Ya nunca dejaría de interesarse por la política latinoamericana. En ese mismo año aparece lo que sería su mayor éxito editorial y le valdría el reconocimiento de ser parte del boom latinoamericano: Rayuela, la que se convirtió en un clásico de la literatura argentina. Según declaró en una carta a Manuel Antín en agosto de 1964, ese no iba a ser el nombre de su novela sino Mandala: «De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano»; pero no estaba arrepentido por el cambio.

En 1967, rompió su vínculo con Bernárdez y toma por pareja a la lituana Ugné Karvelis, con quien nunca contrajo matrimonio, pero quien le inculcó un gran interés por la política.

Con su tercera pareja y segunda esposa, la escritora canadiense Carol Dunlop, realizó numerosos viajes, uno de los primeros fue a Polonia, donde participó de un congreso de solidaridad con Chile. Otro de los viajes que hizo junto a Carol Dunlop fue plasmado en el libro Los autonautas de la cosmopista que cuenta el trayecto de la pareja por la autopista París-Marsella. Tras la muerte de Carol Dunlop, la última esposa de Cortázar, Aurora Bernárdez lo acompañaría durante su enfermedad. Actualmente ella es la única heredera de su obra publicada y de sus textos.

Los derechos de autor de varias de sus obras fueron donados para ayudar a los presos políticos de varios países, entre ellos Argentina. En una carta a su amigo Francisco Porrúa de febrero de 1967, confesó: «El amor de Cuba por el Che me hizo sentir extrañamente argentino el 2 de enero, cuando el saludo de Fidel en la plaza de la Revolución al comandante Guevara, allí donde esté, desató en 300.000 hombres una ovación que duró diez minutos».

En noviembre de 1970 viajó a Chile, donde se solidarizó con el gobierno de Salvador Allende y pasó unos días para visitar a su madre y amigos, «y ahí el delirio fue una especie de pesadilla diurna» contó en una carta a Gregory Rabassa.

En 1971, junto a otros escritores (Mario Vargas Llosa, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre), se opone a la persecución y arresto del autor Heberto Padilla, desilusionado con la actitud del proceso cubano. A pesar de lo cual sigue de cerca la situación política de Latinoamérica. En noviembre de 1974 fue galadornado con el Premio Médicis étranger por Libro de Manuel y entregó el dinero del premio al Frente Unificado de la resistencia chilena.[4] En 1974, fue miembro del Tribunal Bertrand Russell II reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina, en particular las violaciones de los Derechos Humanos.

pesar de ser reconocido por su narrativa, escribió gran cantidad de poemas en prosa (en libros mixtos como Historias de cronopios y de famas, Un tal Lucas, Último round); e incluso poemas en verso (Presencia, Pameos y meopas, Salvo el crepúsculo). Colaboró en muchas publicaciones en distintos países, grabó sus poemas y cuentos, escribió letras de tangos (por ejemplo con el Tata Cedrón) y le puso textos a libros de fotografías e historietas.
En 1976, viaja a Costa Rica donde se encuentra con Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal y emprende un viaje clandestino y plagado de peripecias hacia la localidad de Solentiname en Nicaragua. Este viaje lo marcará para siempre y será el comienzo de una serie de visitas a este país.

Justamente luego del triunfo de la revolución sandinista viaja reiteradas veces a dicho país y conoce de cerca el proceso y la realidad nicaragüense y latinoamericana. Estas experiencias darán como resultado una serie de textos que serán recopilados en el libro Nicaragua, tan violentamente dulce.