Felisberto Hernández
Felisberto Hernández (Montevideo, 20 de octubre de
1902 — Montevideo, 13 de enero de 1964) fue un escritor uruguayo que se
caracteriza por unas obras de literatura fantástica pero basadas en la
experiencia más personal.
Felisberto nació a principios del siglo XX en la
ciudad uruguaya de Montevideo. Era hijo de Prudencio Hernández, natural de
Tenerife, en las Islas Canarias y de Juana Silva, de la ciudad de Rocha. Era el
mayor de cuatro hermanos.
A los 9 años comienza sus estudios de piano que
profundizará más tarde con el profesor de piano Clemente Colling, que le enseña
composición y armonía. A los 16 años, da clases particulares de piano, y
comienza a dedicar horas a su práctica musical y a trabajar ilustrando
musicalmente películas, pues sus dificultades económicas harán que acepte el
empleo de pianista en varias salas de cine mudo. A los 20 años comienza a dar
recitales e incluso interpreta algunas obras de su creación. Tres años más
tarde, toma clases de piano con Guillermo Kolischer y consigue ser un buen
instrumentista.
Hasta 1942 será un pianista itinerante entre Uruguay y
Argentina: la orquesta del café La Giralda, en Montevideo, pianista y director
de una orquesta en el café-concierto de Mercedes, Teatro Albéniz de Montevideo,
Teatro del Pueblo de Buenos Aires.
En París, en su momento de mayor esplendor, conoció a
África de las Heras, española, veterana de la Guerra Civil y agente de la KGB a
quien se le encomendó seducirlo, por ser Felisberto individualista a ultranza.
Tras casarse se instalaron en Montevideo donde ella trabajó como espía y
finalmente se divorciaron sin que él supiera el papel que había desempeñado.
Sobre las relaciones complicadas de Felisberto con las mujeres (se casó seis
veces), existen dos testimonios de mayor interés. El de Paulina Medeiros
(Tacuarembó, 1905- Montevideo, 1992) con la que tuvo relaciones entre 1943-47
(Felisberto Hernández y yo, 1974), y con la que tuvo además una notable
correspondencia. Y el de Reina Reyes (Montevideo, 1904-1993), vinculada del
1954 a 1958, en su libro de cartas y notas, ¿Otro Felisberto? (Montevideo,
Banda Oriental, 1994).1
El escritor
A los 23 años, Felisberto empezó a publicar aunque
nunca fue muy conocido. Tras la última etapa musical itinerante, abandonó la
carrera de pianista dedicándose exclusivamente a la literatura.
Felisberto citaba dos nombres recurrentes en sus
lecturas: Henri Bergson y Marcel Proust (también a Kafka). Y es que los cuentos
y novelas cortas de Felisberto recrean el mundo de su infancia y juventud,
evocan personas que conoció, en los barrios de Montevideo. Su narrativa se basa
en el recuerdo como motor de la escritura, continuando la búsqueda proustiana.
Una magdalena, una calle, un tren, un piano, pueden encerrar recuerdos y
hacernos revivir sensaciones. La construcción de gran parte de sus cuentos se
apoya en la reivindicación de lo lateral, como en La cara de Ana. Y una
temática recurrente e interesante es el lugar primordial que le da a los
objetos inertes (entre otros, así sucede en 'El vestido blanco, Las hortensias,
El caballo perdido).
Aunque su trabajo de escritor eclipsó su carrera de
pianista, su obra entera está impregnada de música, tanto en los temas evocados
(un profesor de piano, un recital, un bandoneón), como en la forma de contar,
al sugerir emociones con palabras de cierta sonoridad, al transformar el
sentido de las palabras en función de los sonidos, al construir partes de su
relato como variaciones de un mismo tema musical. Para Juan Carlos Onetti, que
lo admiraba, su libro más importante era su autobiográfico Por los tiempos de
Clemente Colling (1942), más que otros posteriores y famosos, en los que
aparecía como más "ingenuo".
Especialista en el ámbito de la narrativa breve, sus
obras han sido traducidas, tardíamente, a varios idiomas: alemán, francés,
inglés, italiano, griego y portugués. Sin embargo, en un viaje a París intentó
publicar, sin éxito, pese al apoyo generoso del escritor Jules Supervielle, de origen
montivedeano. En España se difundió en 1974-1975 gracias al esfuerzo de
Cristina Peri Rossi.
Para Julio Cortázar, es rechazable la mera etiqueta de
'fantástica' para su obra: "nadie como él para disolverla en un increíble
enriquecimiento de la realidad total que no sólo contiene lo verificable sino
que lo apuntala en el lomo del misterio". Ha sido considerado luego un
maestro tanto por éste como por Gabriel García Márquez. A pesar de haber
influido a muchos autores americanos, la extraña ficción de sus cuentos hace
brotar un universo totalmente personal y que no puede ser comparado totalmente
con los cuentos más urbanos, más intelectualizados de Cortázar. Italo Calvino,
que prologó una versión italiana de Felisberto, lo definió como "un
escritor que no se parece a nadie: a ninguno de los europeos y a ninguno de los
latinoamericanos, es un francotirador que desafía toda clasificación y todo
marco, pero se presenta como inconfundible al abrir sus páginas".
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