viernes, 13 de julio de 2012

Manifiestos Literarios finales



Marichiweu


Lautaro: caudillo, mapuche insurrecto, valeroso y raíz colérica de nuestro pasado, alevosía de araucaria, aniquilador de europeos conquistadores, mesías de piel tosca divinizada. Así versó un adolescente chileno, cuando le pregunté si por casualidad conocía a este gran personaje. Claramente, me sorprendí de su conocimiento, pero por sobre todo de su luminosidad para describirlo. Entendí, entonces, que la naturaleza de mi pueblo estaba cambiando, que quizás nuestra sociedad había asumido su valor identitario, pero me equivoqué… una golondrina no hace verano –dicen por ahí-. Por lo mismo me propuse iniciar una campaña literaria al respecto. Como punto de partida comencé analizando un poema de Pablo Neruda, usurpado del libro Canto general. El poema lleva por nombre Educación del cacique: caracterización excelsa que hace el poeta del guerrero indígena primeramente mencionado.

Si todos leyéramos este poema, ubicándonos desde el “horizonte de expectativas” del adolescente interrogado- concepto acuñado por Jauss e Iser en su teoría de la recepción- quizás complementaríamos los vacíos y los lugares de interpretación del mismo poema. Pero tales supuestos quedan en eso, supuestos, pues en una “sociedad abierta”1, como la nuestra, solo se conoce a Lautaro como el lazarillo de Pedro de Valdivia. Para ellos, en sus cuerpos prácticos e inanimados, Neruda solo estaría haciendo un juego poético o mítico, pero nunca histórico.
Ya descubierta la holgazanería artística de mi pueblo, sigo adelante en mi campaña identitaria: Neruda como buen sureño, se sensibilizó con la lucha ancestral, por tal razón escribió este poema: el tenor del mismo nos habla de un vate admirado por la impronta de este guerrero, es más, se autodefine como hijo, y nos lleva con él a
1 Este concepto fue acuñado por Marta Traba en su documento La cultura de la resistencia. Las “sociedades abiertas” son las más permeables a aceptar culturas de otros continentes o regiones, a diferencia de las “sociedades cerradas”, las cuales son más herméticas y cuidadosas de sus ritos y valores.

asumir este rol. “Lautaro era una flecha delgada. Elástico y azul fue nuestro padre”.
Neruda no era mapuche, tampoco hablaba en mapudungun, pero eso no lo inhabilitó para escribir sobre ellos. Entendiendo que algunos lo tienden a deslegitimar por lo mismo. No todos los intelectuales y artistas pueden ser tan originarios como el peruano José María Arguedas, quien era bilingüe (español y qechua). En el ir de mi análisis lo citaré más detalladamente.
El proceso cronológico de Lautaro que poetiza el Premio Nobel, va de su nacimiento hasta su muerte “fue su primera edad solo silencio. Su adolescencia fue dominio. Su juventud fue viento dirigido”. Este proceso se reduce a la dialéctica mapuche-español. Mariátegui en “Los siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, bajo su análisis marxista, diría que esta dialéctica aborigen- europea depende -entre otros factores- de la explotación y distribución de la riqueza.
Los pueblos indígenas chilenos y latinoamericanos fueron vencidos, salvo el pueblo mapuche, quien aún brega más allá del Bío-Bío y lucha por un reconocimiento. Es menester decir que algunos intelectuales contemporáneos latinoamericanos, entre los que destaca Fernando Ortiz, han denominado esta derrota como transculturación, un eufemismo de marca mayor, pues solo excusa la derrota. Lo que antes del año 40 se llamó “aculturación” hoy otro concepto lo reemplaza. Arguedas en su discurso: “Yo no soy un aculturado” intenta aplacar este designio, proclamándose de manera soberbia y muy subjetiva como líder de una generación de intelectuales comprometidos e identitarios, sin mayores ecos, más que en la honestidad de sus palabras.
Volviendo al poema, este no hace más que ratificar mis postulados: un poeta del fin del mundo, escribiendo sobre un indígena del fin del mundo, dirigido a un lector habitante de una sociedad abierta del fin del mundo, con un horizonte de expectativas del fin del mundo, que tiene un acervo económico y cultural del fin del mundo: capitalista y aculturado.
Tanto Neruda como Mariátegui, Traba y Arguedas pecaron de idealistas. Creer en una dialéctica marxista, en una sociedad de la resistencia y por sobre todo en un pueblo conmovido e identitario no fue más que una entelequia de los años 60.
“Solo entonces fue digno de su pueblo” -declamaba el poeta en honor a Lautaro-. Hoy, este pueblo tiene otras prioridades.






Somos

Ester Domínguez



Somos lo que construimos, lo que reproducimos. Me reflejo en Manuela, la indefinida, la insegura, la poco sensual, con voz ronca y la difícil de delimitar, en este mundo en el cual todo se determina según una organización binaria; Manuela, yo y la Mistral estaríamos fuera de todo análisis al igual que muchos otros latinoamericanos. No me ofende el binarismo, mas bien me siento impotente al no ser capaz de crear un entorno respetable que permita sustentar y hacer entender a los otros quienes somos y no ser sometida a los distintos poderes que más bien parecen máquinas de selección de productos donde nosotras(os) quedamos fuera. Trato de imaginar aunque sea un bosquejo que permita definir nuestra forma de ser y no puedo, ya sea porque en realidad nos atormenta o porque Aristóteles la lleva y su palabra es ley.
La asexualidad sería algo pecaminoso que ni siquiera se puede nombrar. ¿Qué diría Lutero y Baudelaire de estas nuevas construcciones genéricas?: ni derecha ni izquierda, ni chicha ni limoná, que no somos nada, pero al mismo tiempo formamos parte de un todo, somos pecado y pecadores y que sufriríamos el Infierno de Dante en su Divina Comedia.
El texto lo escribo en primera y en tercera persona. Soy Ester y Manuela a la vez, somos parte de una im-perfección, de un objeto, de una frase subordinada donde el silencio es el mejor valor que la representa. Según algunos, no somos dignas del amor de Dios, del conocimiento y de la ciencia. Nos rotulan bajo un nombre que no nos define, que no nos conoce, como un triste pordiosero que camina por la calle y al que se le da una limosna para quedar con la conciencia tranquila. Nos vemos supeditadas en el propio lenguaje hasta la opción de formar parte de un grupo aunque sea en abstracto. No soy varón, no soy mujer ni nada que con ello se busque clasificar, ni machista ni feminista. José Donoso diría que somos aquellas detrás del tupido velo, aunque ello signifique el cuestionamiento constante de qué soy o qué somos; tal vez somos ambas por el valor de una.
Es difícil entender la necesidad de la sociedad y la cultura de querer clasificar, envasar y rotular todo. Pienso que hasta mis pensamientos lo son, que antes fueron de otros. Lo binario se observa en todo aquello que se busque analizar y especialmente en el objeto mayor, el ser humano: la Manuela y Pedro, la fuerza y el sentimiento, la casa y el trabajo, el sol y luna. Los propios textos bíblicos hacen referencia a esta relación, que si bien es dicotómica, en el texto se presentan como dos elementos que claramente se complementan. Mi intuición me habla, pero el texto, el registro tiene fuerza, se mantiene a través de los años y sigue un modelo de hegemonía en donde la Manuela no es un-a héroe, sino más bien una víctima desde el momento en que hizo su elección.
Donoso y la literatura hispanoamericana tienen la capacidad de entender que nuestra cultura y todos los elementos que ella implica se encuentran en un estado de dependencia, donde la necesidad de la identidad es trascendental para poder generar nuevos sistemas, en donde nos consideremos orgullosos de nuestra procedencia y de la construcción que realizamos. Ya no es necesario formar parte de una sociedad subdesarrollada y determinada, ya que al liberarnos del binarismo y comenzar a escribir, pintar y rayar nuestras propias marcas, se va generando una cultura plena de autonomía donde la Gabriela, Sor Juana, la Manuela y muchas otras podrán ser.


Todos son iguales jueces; 
y siendo iguales y varios, 
no hay quien pueda decidir 
cuál es lo más acertado
“Finjamos que soy feliz”,
Sor Juana Inés de la Cruz





Mujéricas modérnicas




Me he preguntádico varios mistéricos que ni los hómbricos pueden contestárico, y más yo piénsico como está el múndico de injústico para las mujéricas con tacónicos. Ya bástica con este cuéntico son las mujéricas las priméricas.

Lucía Guérrica, en “La mujérica fragmentádica”, nos muéstrica las mujéricas en el pásico de los áñicos como el lado “Siniéstrico” de Freudico; nos han tratádico como la izquiérdica, como brújicas, satánicas y sentimentálicas.

Tenemos el lado sensíblico, tiérnico y naturálico. Pero les cuéntico que la mujérica es una amenázica para los hómbricos, pues nos han catalogádico referénticas a la naturalézica, y la “Dialéctica de la ilustraciónica” hace menciónico a que el hómbrico busca la razónico para tener el podérico y enfrentársico al mítico, y más les cuéntico que ustedes mísmicos nos han nombrádico como mádrica naturalézica. Mìtico somos mortálico.

Nos tienen miédico, los tenemos búrdicos y les tirítican las caníllicas.

Lo único que tienen es la brutalidádica y más por éllico nos han opresádico en las sómbricas por su infámica razónica y fuérzica.

Y más retómico mis pregúnticas y me cuestiónico: ¿Cuál ha sido el valórico para este múndico?, seguraméntica es la guérrica, las ármicas y la pobrézica. Quizás la injustícica, las clases sociálicas, los abúsicos y el dinérico.
Muchas gracicas por ésico, pero aún me da miédico que me asalten en la esquínica.

Ya han pasádico varios áñicos y nosótricas seguimos mandándico. Tenemos vótico, tenemos vózico, tenemos mítico e independéncica. Adiós áñicos ufánicos en que las mujéricas tenían los ojos vendádicos.

Gracias sentimiénticos que sin éllicos no lograríamos el pensamiéntico, lástima me dan los hómbricos artificiálicos que no tengan pízca de sentimiéntico.

Lujuriósicas nos han díchico, pero a mucha hónrica en arpíicas nos hemos convertídico, de soledádica a sonoridádica nos hemos iluminádico dice Araújico.

Sentídico de dependéncica teníamos, nos abordáricon, nos maltratáricon, nos abusáricon, nos violentáricon.
Nos parecémicos a mi amada tiérrica Latinoamérica, no teníamos pátrica, libertádica, deréchico y dependíamos de los malvádicos forastéricos.
Amada tiérrica no te procúpiques, si las mujéricas pudímicos tú también puedes hacérlico, unamos fuérzica para que júnticas gritémicos que somos líbrecas.

Traba lo sábico y nos declárica la “Cultúrica de la resisténcica”. Resistámicos y hagamos necesárica la urgéncica de la identidádica. Defendámicos la tradiciónico y a nuestro puéblico.
Gracias Violética por tu ejémplico de resisténcica.

A Cubagua la explotaricon como a las mujéricas con sus pérlicas.

Seguimos *músicas, seremos músicas y si quieren brújicas, pero pensánticas y sensíblicas para toda la vídica.



Con orgullósico Estephanie Poblete

*Músicas= Musas


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